Esa fue la respuesta que dio el Ministro del Interior cuando un periodista de El País le conminó a explicar el cambio de posición del Gobierno del PP en su política antiterrorista. O sea que el Partido Popular se comprometía a instar la ilegalización de Bildu, Amaiur y demás marcas del entramado etarra cuando estaba en la oposición y no estaba en sus manos actuar; ahora que puede, renuncia.
He de reconocer que estoy escandalizada. No esperaba yo muchos cambios en la política española con el advenimiento del Partido Popular al poder; no creía que íbamos a notar mucha diferencia en materia económica (a estos, como a los anteriores, se la dicta Bruselas); en la independencia de la Justicia (Gallardón anunció grandes cambios pero a la primera oportunidad, con la memoria del Consejo General del Poder Judicial, rechazaron nuestra propuesta de reforma de la Ley);
en el modelo territorial del Estado (nada de adelgazamiento real de la estructura institucional, puro testimonialismo);
ni en materia laboral (una reforma que sigue la saga de las seis anteriores, manteniendo la dualidad y dando la espalda a los desempleados y a los jóvenes);
ni en la reforma del sistema financiero (algunas medidas en la buena dirección, pero manteniendo el veto autonómico y sin exigir responsabilidades a quienes fueron los responsables de la quiebra);
ni en la protección de los desempleados (nada de modificar la Renta Activa de Inserción);
ni en Educación o Sanidad (ni tocar los diecisiete sistemas que rompen la cohesión y generan cada vez más desigualdad)…
Pero creía que, al menos en materia antiterrorista, el PP iba a mantener su posición digna y exigente. Pues demostrado está que no ha sido así. El Partido Popular y el Gobierno de la Nación han renunciado a lo que era su principal haber democrático, la lucha por la derrota de ETA.
Han pasado de exigir la derrota para dar por finalizados estos años de ignominia y dolor a pedir la disolución voluntaria de la banda (Rajoy en su respuesta del pasado miércoles a Errekondo); han pasado de comprometerse a iniciar los procedimientos de ilegalización de todo aquel que legitime la historia de terror de la banda a afirmar que no hay pruebas suficientes.
Recuérdese que, con la información facilitada por la Guardia Civil y la Policía Nacional, el Supremo declaró probado que Bildu era continuidad de ETA. ¿Cómo puede afirmar ahora que no hay pruebas suficientes que presentar ante el Supremo si a las que este Tribunal dio por válidas se pueden añadir todos los hechos sobrevenidos desde que están en las instituciones? Y que nadie me diga que el Constitucional lo echó atrás; porque todos recordamos que lo hizo en un auto polémico, en el que revisaba pruebas (fuera de sus atribuciones) y con una determinada mayoría que siguió el criterio (todo el mundo lo sabe) de quien gobernaba entonces.
¿Acaso es por eso que Rajoy ha acordado con Rubalcaba posponer la renovación del TC? ¿Acaso está esperando una sentencia favorable a Sortu para "cargarse de razón" y entregar una nueva victoria política a la banda?
Me avergüenza la actitud del Partido Popular. A ambos nos han insultado, perseguido y descalificado por defender la justicia y la dignidad, por defender que a ETA no hay que darle nada ni cuando mata ni cuando anuncia que ha dejado de matar.
Y ahora son los dirigentes del Partido Popular los que vierten contra nuestro partido los mismos insultos que les llegaban a ellos por parte de los intolerantes o de los que estaban en una negociación política con la banda. Y me da lástima, por qué no decirlo.
Me apena la velocidad con la que se están pasando al lado de los conseguidores de siempre, a esa posición en la que se relativiza la verdad, en la que los hechos son tratados como si fueran opiniones, en la que el lenguaje se pervierte hasta el extremo de que los verdugos y sus amigos son tratados con sumo respeto mientras se vierten insidias e insultos contra un partido político que tiene en su historia y en la de sus miembros un bagaje de infatigable lucha contra el totalitarismo y el terror.
No somos los únicos que hemos resistido los cantos de sirena del lado oscuro y de sus entregados voceros; pero, desgraciadamente, somos los únicos que seguimos haciéndolo. Seguiremos defendiendo, contra viento y marea si fuera preciso, que la ley ha de aplicarse para hacer justicia, en su centralidad y sin ningún tipo de flexibilidad ni oportunismo.
Seguiremos proponiendo la persecución del crimen y de los que lo justifican; seguiremos recordando que la derrota de ETA es la condena de toda su historia; seguiremos exigiendo el reconocimiento del daño causado, la disolución y la colaboración con la justicia para esclarecer todos los crímenes que aún no han sido juzgados.
No quisiéramos dar la batalla en solitario; nos gustaría que las fuerzas democráticas con quienes coincidimos en el pasado en la estrategia y en la táctica frente a ETA mantuviesen hoy el mismo grado de exigencia y compromiso.
Pero estamos dispuestos a luchar en solitario; nunca rebajaremos nuestra exigencia porque lo políticamente correcto sea hoy dejar de llamar a las cosas por su nombre.
Y si nos quedamos solos, solos daremos la batalla hasta el final. Y el final no puede ser otro que la victoria, ya saben: "…los resistentes tiene la última palabra".
Rosa Díez – Presidenta de UPyD