Pocas tradiciones resultan tan estimulantes para el lector contemporáneo de thrillers como la que cultiva Robert Harris . Este escritor británico, que se hizo un hueco en las listas de venta con novelas como Patria o El hijo de Stalin , ha apostado por esa línea que une a Graham Greene con John Le Carré , la de esconder bajo la piel del entretenimiento una áspera crítica social. Harris fue con 30 años el director más joven deThe Observer , el suplemento dominical del diario The Guardian , trabajó para el Sunday Times y el Telegraph , y se codeó con algunos de los políticos más influyentes de la era Blair , entre ellos su asesor principal, Peter Mandelson , aquel que fue denominado príncipe de las tinieblas .
Desde hace unos años, Harris está poniendo en el mercado trabajos donde los elementos críticos se hacen mucho más intensos. Ocurrió con El poder en la sombra , donde aireaba trapos sucios de un presidente ficticio muy parecido a Blair, en la estupenda serie sobre Cicerón iniciado con Imperium , donde imparte lecciones de teoría política, o en su último texto, el muy recomendable El índice del miedo (ed. Grijalbo), donde da su propia explicación de la deriva que han sufrido los mercados financieros y el escenario catastrófico al que pueden abocar. Harris, además, ha escrito una biografía autorizada sobre Le Carré, pero no podrá publicarla hasta que el popular novelista fallezca. El Confidencial ha hablado en exclusiva con Harris.
Esta suerte de Frankenstein de la nueva ciencia que describe en El índice del miedo , ¿es posible en la realidad? O dicho de otra manera ¿es probable que el entorno financiero se vuelva a dejar seducir por una ciencia omnipotente que le blindará frente al riesgo?
Mi libro es fundamentalmente una obra de ficción, pero está basada en un hecho que verdaderamente ocurrió, y la mayoría de los expertos creen que habrá otro evento serio de esta clase más tarde o más temprano. Este mismo verano, un fondo que basaba sus inversiones en algoritmos perdió en EEUU cientos de millones de dólares a causa del error de una computadora. Cuanto más dependemos se las máquinas, más probable resulta que perdamos el control del sistema.
La protección contra el riesgo parece una constante de nuestra época. Desde luego en la economía, pero también en la política internacional o en la vida privada. ¿A qué tipo de sociedad nos están dirigiendo estas visiones?
Estamos perdiendo todo sentido de la libertad. Creemos que el sistema, tanto el político como el económico, es ahora tan grande y tan complejo que no podemos cambiarlo y que está fuera del control democrático. El extraordinario crecimiento del poder y de la velocidad de la tecnología informática alimenta esta sensación, ayudando a crear una suerte de súper élite que rige nuestras vidas.
Una de las cosas más llamativas para un lector más o menos informado acerca de la actualidad, son los escasos datos que poseemos sobre cómo funcionan los mercados financieros. Veo que tu tarea de investigación fue muy amplia. ¿Por qué hay tanto secretismo en estos mercados?
Allí donde hay mucho dinero, hay mucho poder; y donde hay mucho poder, hay mucho secreto. Y los mercados financieros se han convertido en algo extraordinariamente complejo en los últimos 20 años, y más tras emplear a científicos para que creasen derivados. Hoy incluso muchos de los profesionales del ámbito financiero no logran entender del todo qué están haciendo.
Una de las críticas más frecuentes es que los inversores viven en una realidad paralela, que no se asientan en la realidad productiva. Pero ese mundo acaba generando efectos muy poderosos sobre el nuestro. Parece que no es posible establecer cortafuegos entre ambos. ¿Es así?
No hay ningún cortafuegos entre los mercados financieros y el mundo real. Esa es la verdadera lección de los últimos cinco años. Cuando el gobierno de EE.UU. cerró en los 90 su versión del acelerador de partículas, el Desertron, sus científicos se quedaron sin sitios en los que trabajar, salvo Wall Street. Los científicos construyeron entonces modelos de riesgo que llevaron a los derivados y éstos arruinaron Lehman. Los gobiernos de todo el mundo tuvieron que prestar cantidades ingentes de dinero para evitar una gran depresión y ahora las economías occidentales están atrapadas bajo el peso de esa deuda, y la juventud desempleada a través de toda Europa está. Todo comenzó en la tierra de fantasía de los mercados.
Me llama mucho la atención el personaje de Hugo Quarry, alguien de clase alta, encantador, y cuya mayor habilidad son las relaciones sociales. ¿Es el prototipo de triunfador de nuestra época?
Quarry es la clase de personaje que siempre triunfa, sean cuales sean las circunstancias. El no entiende en realidad las innovaciones científicas que produce su socio, Hoffman, pero tiene encanto para embaucar a los clientes que llenan una habitación. A su modo, Quarry es más peligroso que Hoffman, porque su única motivación es la avaricia, mientras lo que mueve a Hoffman es su amor por la ciencia.
Es llamativo también el personaje de Leclerc, el policía, alguien que ya no puede vivir en su ciudad natal porque no puede pagar lo que cuesta, mientras ésta se llena de blanqueadores de dinero, de mafiosos, de políticos corruptos, de traficantes, etc. Es una crítica bastante feroz de lo que está pasando en nuestra sociedad, ¿no?
Si, pero al menos Leclerc puede llevar una vida confortable y contar con una pensión cuando se retire. Una ciudad como Ginebra, al igual que ocurre hoy en muchas zonas de Londres, se ha convertido en el hogar de los superricos, quienes compran todas las casas y empujan hacia arriba los precios. Y muchos de esos superricos son decididamente criminales, envueltos en toda clase de actividades oscuras en Rusia, Europa del Este, Medio Oriente o Asia Central.
¿Quedó satisfecho con El escritor , la adaptación cinematográfica de El poder en la sombra ? A mí me gustó, a pesar de los cambios. Esa atmósfera amenazante y tenebrosa que rodeaba al primer ministro la captó bien Roman Polanski. ¿Ese tipo de atmósfera es habitual en el poder a tan alta escala?
Creo que no se ha señalado lo suficiente el efecto que tiene sobre los políticos el hecho de vivir en una burbuja de seguridad. Creo que lleva a la misma separación física y emocional del mundo político respecto del real que vemos en el entorno financiero. Por supuesto que estas dos élites conviven y se mezclan, y por eso una persona como Tony Blair sólo existe enteramente en un reino de guardaespaldas, jets privados y superricos. Eso, que es amenazante, creo que Polanski lo capturó bien.
No dejo de pensar que su serie sobre Cicerón puede estar ambientada en la época romana, pero es un tratado sobre la política, esto es, sobre el arte de la supervivencia en aguas agitadas y que, por lo tanto, habla más de esta época que de aquella.
Creo que el ser humano no ha cambiado mucho en los últimos 2.000 años y mis novelas romanas son un intento de decir al mundo moderno: mirad, creéis que sois únicos, pero esta gente en Roma experimentaba problemas muy similares, en términos de control democrático, corrupción y seguridad a los que vemos hoy. Quería mostrar que la política es muy similar, se trate de EE.UU. o de España, de Berlín o de la antigua Roma.
Las frecuentes presiones que políticos como Cicerón sufrían por parte de los representantes de la aristocracia, del mundo financiero y del militar eran parecidas, entonces, a las de nuestra época, ¿no?
Sí. La posición de EE.UU. es particularmente interesante. La república romana acabó polarizada entre dos visiones diametralmente opuestas de lo que el estado debía hacer. Esta fractura se hizo mucho peor por las enormes cantidades de dinero que afluían al sistema político en épocas de elecciones. El estado entero dejó de funcionar, el gobierno dejó de operar como tal y los extremistas tomaron el control. Vemos tendencias muy similares en los EE.UU. hoy.
Puede que ahora sea un escritor de novelas de ficción, pero tengo la sensación de que nunca ha dejado de ser un periodista, y que trata de hablarnos de la realidad, en lugar de a través de los hechos cotidianos, mediante historias. ¿Me equivoco?
Soy definitivamente un periodista. La mayoría de mis amigos son periodistas. Me gusta contar historias y creo que es una forma más estimulante de hablar sobre el mundo actual que haciendo simples reportajes.
¿Sigue la política con frecuencia? ¿O, en términos de poder e influencia sobre la sociedad es más importante seguir lo que hace el sector financiero?
Sí, estoy muy interesado en la política, y las elecciones presidenciales de EEUU son fascinantes. Pero no creo que los políticos sean ya grandes personalidades, como solían ser, y una de las razones es que el poder se ha trasladado hacia los medios de comunicación y el mundo financiero. Escribí El índice del miedo no porque esté particularmente interesado en el dinero, sino porque estoy interesado en el poder.
Uno de los escritores más críticos con el mundo actual es John Le Carré. Usted le conoce bien. ¿Qué le ha enseñado?
Conozco a John Le Carré y le admiro muchísimo por la forma en la que utiliza la historia y sus personajes para iluminar aspectos del mundo moderno. Esa tradición, ejemplificada en mi país por Joseph Conrad y Graham Greene, es una de las que más me atrae.