La profunda crisis económica, las tensiones nacionalistas o los atentados de ETA -en aquel año de mayor actividad mortífera de la banda terrorista, junto con el GRAPO y los grupos de ultra derecha-, provocaban que "cogías un taxi, vestido de uniforme, e inmediatamente el conductor te preguntaba: ¿Ustedes qué van a hacer?. ¿Hasta dónde vamos a llegar?". Lo rememora hoy el militar José Ramón Pardo de Santayana y Coloma, amigo y confidente de Sabino Fernández Campo, secretario y jefe de la Casa del Rey de 1977 a 1993.
Pardo de Santayana, teniente general jubilado, trató fluidamente con el también teniente general Fernández Campo y repasa para DIARIO de MALLORCA los hechos que compartió en torno a la intentona golpista de 1981 con el militar asturiano, fallecido el pasado 26 de octubre.
"Tuve una conversación en julio de 1980 con Sabino, y me expresó que el Rey había estado muy condicionado por Suárez, pero se había dado cuenta de que en ese momento Suárez no estaba haciendo lo debido", relata Pardo de Santayana, miembro de una extensa familia castrense: su padre, Ramón, general que inició su carrera en África; más tres hermanos tenientes generales (el último, Alfonso, fue Jefe del Estado Mayor del Ejército), y cuatro hijos militares.
"Sabino me hizo referencia a conversaciones, incluso de políticos, como luego fue la famosa de Lérida, entre Armada y miembros del PSOE; y agregó que la conclusión era un posible gobierno de concentración". Santayana evoca que "Sabino me preguntó: ¿Y entonces a tí quién te parece que puede ser el presidente?. Mira, Sabino, sabes muy bien que siempre he seguido la política como cualquier español, pero nunca estado en ella. No lo sé. Y añade: ¿Un militar?. Pues tampoco lo sé. Y entonces me dice ¿Armada?". La respuesta de Pardo de Santayana fue entonces "que sí, que puede ser el presidente, porque es un hombre muy inteligente, que ha tenido mucha relación con políticos, y es gallego, que es una ventaja para saber por dónde vienen los tiros; me parece bien".
Santayana reflexiona hoy sobre aquella conversación y considera que "ese anuncio sobre Armada era una de las claves del 23-F; Armada, que había estado aconsejando al Rey, se preguntó en conciencia, porque es hombre de mucha conciencia, qué debía hacer". Alfonso Armada contemplaba "que había mucho descontento en el Ejército y probablemente decidió ver qué pasaba en diversos círculos para ir transmitiéndoselo al Rey". Sin embargo, "quizá luego, por muy buenas cualidades que tuviera, creyó que él tenía que arreglar la situación de España".
El peso de Armada en el Ejército no era pequeño. En el plano personal, Pardo de Santayana reconoce que el militar gallego "era un guía, y con él coincidía yo en todos mis sentimientos patrióticos, humanos y religiosos".
Santayana fue jefe de Estado Mayor del cuarto militar de la Casa del Rey de 1976 a 1979. Allí había tratado "muy a fondo con Armada, secretario general de la Casa, hasta 1977 cuando le sustituye Sabino". Fernández Campo "también era para mí una referencia, pero además en él añado una gran admiración porque era un hombre muy inteligente, muy sereno, que pensaba muy bien las cosas; y tuvo conmigo algunas confidencias como pudo tener con un hermano".
Precisamente la sustitución de Armada por Fernández Campo había sido uno de los capítulos de las frecuentes diferencias con Suárez acerca de la naturaleza de la Casa del Rey. "Franco había apoyado su casa militar muy fuertemente. Había allí unas 2.000 personas que habían sido muy fieles a Franco y cuando llega Suárez trae la idea de que había que civilizar la Casa del Rey y ordena la reorganización".
Para dicha remodelación "tuve que ir a ver dos veces al general Gutiérrez Mellado, vicepresidente, y por cierto tuve una experiencia dolorosa, ya que me pareció que aquel hombre no estaba en toda su estabilidad emocional; estaba muy alterado. Hablamos un cuarto de hora del tema y hora y media de lo mal que le estaban tratando los compañeros militares".
Santayana agrega que "Gutiérrez Mellado, que luego dio una prueba de valor grande el 23-F, estaba demasiado sometido a las ideas de Suárez y se hizo un predicador de la democracia dentro del Ejército, una idea que se veía antitética con una institución jerárquica".
Además de esas circunstancias, "Mellado había ascendido al general José Gabeiras a JEME, pero saltándose la escala militar, ya que Jaime Milans del Bosch y otros militares eran más antiguos que Gabeiras, y eso en el Ejército tiene mucho valor". En consecuencia "el general Gabeiras no tenía la autoridad necesaria; es más, al parecer no le saludaban diciendo "a sus órdenes", sino que le decían "hola, Pepito, ¿cómo estás?". Por ello "todo el mundo, y yo me incluyo, estábamos a lo que decía Armada, porque además pensábamos que era la voz del Rey, más que Gabeiras".
El descontento en el Ejército se comenta en reuniones privadas, y uno de los que convoca alguna de ellas es el coronel José Ignacio San Martín, quien el 23-F era jefe de Estado Mayor de la División Acorazada Brunete.
"Años atrás, San Martín me llevó a mí al SECED, organismo antecesor del CESID, y me llamó porque según él yo le parecía una persona moderada. Formábamos una especie de triunvirato entre él, un comandante de Caballería, Federico Quintero (que luego fue jefe de policía en Madrid y fue el que hundió la operación Galaxia) y yo; los tres despachábamos con el almirante Carrero Blanco".
Por tanto, "yo tenía mucho trato con San Martín, que organizó dos o tres reuniones y allí se presentaron unas opiniones. Él decía que estábamos igual que en el 18 de julio de 1936, pero mi opinión y la de otros era que no, que el 18 de julio de 1936 el Gobierno había casi alentado y permitido que asesinaran al jefe de la oposición, Calvo Sotelo, y que lo habían hecho en un coche oficial, unos guardias de asalto y un guardia civil". Santayana opinaba también en aquellas reuniones que "en cambio, en aquel momento, el Gobierno de Suárez lo estaría haciendo mal, pero estaba haciendo lo que podía".
En medio de aquel clima militar, uno de los que pensó que la voz de Armada era la del Rey fue precisamente Milans del Bosch, "al que tuve de jefe de la División Acorazada Brunete cuando yo mandaba el grupo de Artillería", explica Pardo de Santayana, quien reconoce que "Milans era un líder natural".
Otra conversación con Sabino Fernández Campo, mantenida ya en la noche del 24 de febrero, al día siguiente del golpe, descubriría a Pardo de Santayana algunos de los mecanismos del golpe. "Acudí aquella noche a Sabino porque yo había sido nombrado ayudante de Milans tras su arresto, ese mismo día 24".
Santayana rememora que "me asusté cuando Milans afirmó que se había visto traicionado por el Rey, pero Sabino me tranquilizó y me explicó que el Rey estaba acostumbrado a darle un poco la razón a todos y Milans, seguramente con su fogosidad, le había dicho en algún momento que aquello no podía seguir así".
Santayana conjetura que Milans incluso pudo decir que "estaba dispuesto a declarar el Estado de Guerra, cosa que ya no podía hacer porque las nuevas leyes habían retirado esa atribución a los capitanes generales, que sí la habían tenido en el pasado". Pardo de Santayana se pregunta hoy "cómo alguien no le abrió bien los ojos a Milans sobre lo que no podía hacer, aunque debía de tener en mente que su abuelo, Joaquín, capitán general de Barcelona, había hecho eso y había metido en la cárcel al gobernador civil de la ciudad, hasta que el rey Alfonso XIII consiguió que depusiera su actitud".
Tras aquella conversación con Sabino Fernández Campo, "vi muy claro lo que había pasado: Milans estaba convencido de que el Rey quería un golpe de Estado, lo cual era totalmente un error, porque todos los que estábamos al lado del Rey -Sabino, Muñoz Grandes o yo mismo- sabíamos que el Rey, y la Reina no digamos, tenían la experiencia de lo ocurrido en Grecia, con un golpe que al poco tiempo había echado al monarca".
El teniente general juzga, no obstante, que "Armada, en sus conversaciones, había hablado siempre por él mismo y en cambio Milans creía que lo que decía Armada eran los pensamientos del Rey. Estaba convencido de ello"
Pero Santayana añade la apreciación de que "así como Armada es muy inteligente, y Sabino también, Milans era más temperamental, más sencillo en sus ideas, y más simple en ese aspecto".
A medida que se acerca el día de la intentona golpista, "Milans quiere por todos los medios que se subleve la División Acorazada Brunete y esperaba que Armada, que era segundo JEME, acudiera al palacio de la Zarzuela, para estar al lado del Rey". Sin embargo, "Sabino, que seguramente sabía más o menos lo que estaba pasando y, desde luego, sabía lo que sucedía con Armada, tuvo la gran idea de decirle al Rey que Armada no podía ir, que tenía que quedarse en su puesto en el Cuartel General del Ejército".
Sabino Fernández Campo "era de las personas más completas que he conocido; un hombre que unía todo lo bueno de la milicia con lo bueno de la formación universitaria. Y también tenía experiencia política, ya que había sido subsecretario del Ministerio de Información. Pero, sobre todo, era personas de una gran conciencia moral y religiosa".
Pardo de Santayana agrega finalmente que "para mí, fue providencial que estuviera junto al Rey y le aconsejase en aquel momento". No obstante, "tengo datos importantes de que el Rey no estaba metido en el golpe, y ello aunque media España, por no decir tres cuartos de España, se crea que es al revés; si yo puedo echar algo de luz en eso, creo que es de justicia decirlo para contrarrestar la ligereza de muchas personas".